Sindicato de Obreros Curtidores
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Prensa

Carta de una hija a su padre, un trabajador curtidor desaparecido

Publicada el 24 marzo, 2019
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En este 24 de marzo, desde Curtidores recordamos a los trabajadorxs de la industria del cuero desaparecidxs, parte de esos 30 mil que estarán presentes ahora y siempre.

Manuel Elías González fue uno de ellxs: obrero curtidor de la fábrica CIDEC en Morón, dirigente sindical. Fue secuestrado y desaparecido el 5 de septiembre de 1977. Reproducimos a continuación la carta de una de sus hijas:

Manuel Elías González, “El Negro”, nació en Córdoba el 21 de Junio de 1933. Desde muy chico vino a vivir a Buenos Aires, donde se crió. Pasó parte de su infancia en el orfanato Don Orione. En su juventud, en la década del ’50, perteneció a la Policía Federal durante aproximadamente nueve años. Cuando nace Adriana, su primera hija, se retira porque quería preservar a la familia que comenzaba a formar.

Luego vinieron diversos trabajos: lustrador de piano, fábricas diversas, hasta que en los años ’60 se incorpora a una curtiembre. Comenzando ahí su actividad sindical, nace su segunda hija, Mabel.

Épocas de cambio. Amante de la lectura, luchador de las injusticias, noble de corazón. El ayudar a los demás desinteresadamente arraigó más su lucha sindical, por sus compañeros. No concebía la traición ni a la Patria, ni a sus pares. Luchar por los demás era su guía en la vida.

Protector de sus mujeres, como llamaba a su esposa y sus dos hijas. Procuraba que estuvieran siempre las tres juntas, que no les faltara nada.

Un hombre con ideales, como muchos de los que hubo en estas tierras. Un hombre familiar, la visita dominical a sus padres era un ritual sagrado. Un hombre familiar, que a sus hijas les dio todo lo mejor. Un hombre familiar, que a su compañera siempre le dio el lugar, y la preparó conscientemente para lo que iba a pasar.

Fue un 5 de septiembre de 1977: hubo avisos previos y los supo interpretar. Quizás esa sea la razón por la que siempre estuvimos protegidas.

Ese lunes 5 de septiembre salió muy temprano de casa, nos había dicho que tenía una reunión muy importante. Se despidió de mi mamá y de mi hermana, me llevó a mí al colegio. Se quedó afuera hasta asegurarse de que yo entrara. Recuerdo que me di vuelta y lo vi. Sentado en el auto me sonrió, me saludó con la mano una vez más, y ahí comenzó otra vida para nosotras.

Los días pasaron, pasaron…

Ojalá que no hayas sentido dolor.

Tu ejemplo de trabajo y honestidad perduró en nosotras y se va prolongando.

Gracias, gracias por todo. Jamás te vamos a olvidar.

Analía Mabel González 
(Hijos La Matanza)

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